Esta es la historia de Filípides de Atenas. Un hombre que
corrió hasta morir para salvar a su pueblo.
Era el año 490 A.C. y
el ejército más poderoso que conocía el mundo, el ejército Persa, había
invadido la isla de Eubea y arrasado la ciudad de Eritrea.
600 barcos de
guerras llegaron a la isla con 25 mil soldados. En 6 días habían aniquilado a
los hombres pasándolos a degüello, las mujeres habían sido brutalmente violadas
por los soldaos persas y los niños hechos esclavos. Tras destruir la ciudad,
los persas se dirigían a su principal objetivo: La ciudad-Estado de Atenas.
Estaban tan seguros de derrotar a los atenienses, que por
el camino iban diseñando el templo de la victoria donde celebrarían su triunfo.
Los Atenienses por su parte, puestos sobre aviso de la
inminente invasión, discutían cual sería la mejor forma de enfrentar a los
invasores.
Atenas era una ciudad amurallada. Podían encerrarse tras
los muros y resistir el ataque desde adentro tanto como pudiesen. Por otro
lado, podían salir a presentar lucha en el lugar de desembarco que tenían
previsto los persas: Las llanuras de Maratón, a unos 42 kilómetros de ahí.
Reunidos en el ágora
los hombres trataban de dilucidar cuál sería la mejor opción, Se
debatían entre esconderse tras las murallas de Atenas y resistir el asedio
persa, o salir a hacerles frente en el lugar de desembarco.
Milcíades, que era un tirano déspota pero excelente
estratega militar, los convenció de hacer frente a los invasores en cuanto
desembarcaran, en las llanuras de Maraton.
Por su parte, las mujeres atenienses habían tomado un
acuerdo: Sabiendo que los persas tenían por costumbre violar a las mujeres y
esclavizar a los niños de las ciudades caídas, juraron que de perder la guerra,
matarían a sus hijos y se suicidarían.
Esperarían los últimos rayos del sol 7 días después de
que sus maridos partiesen al campo de batalla, Si en ese lapso de tiempo no
tenían noticias de ellos, llevarían a cabo el fatal juramento.
El 13 de septiembre de
490 a. C. 600 barcos de guerra con 26 mil soldados persas y mil caballos de
combate hicieron cabeza de playa en las costas de Maratón.
El 17 de septiembre, el
séptimo día después de haber salido de Atenas, 10 mil soldados atenienses se enfrentaron
a 26 mil enemigos. El tamaño del ejército persa, era superior en una proporción
mayor de 2 a 1.
Una vez formados en orden de batalla,
los atenienses apenas escucharon la orden de ataque, se lanzaron a la carrera
contra los inavsores.
Cuando los persas les vieron llegar hacia
ellos corriendo se aprestaron para afrontar la embestida; si bien, al comprobar
que los atenienses eran pocos y que, además, se abalanzaban a la carrera sin
caballería y sin arqueros, les creyeron dominados por una locura que causaría
su perdición...» estaban equivocados, la estrategia de Milcíades fue superior a
la fuerza bruta de los persas y En esa batalla librada en Maratón perdieron la
vida unos seis mil cuatrocientos bárbaros y apenas ciento noventa y dos atenienses.>>
Los persas huyeron asustados hacia sus
barcos. Los atenienses habían ganado.
Pero en Atenas las mujeres desconocían el resultado de
la batalla. Era el séptimo día y no tenían noticias de sus maridos.
Creyéndolos derrotados
y muertos, se reunieron a esperar junto a sus hijos los últimos rayos del sol
para llevar a cabo el pacto que habían hecho: arrancarse la vida antes de caer
en manos persas.
En maratón, el corredor Filípides fue enviado
por Milcíades para informar de la victoria griega. Debería darse prisa, faltaban
poco menos de 4 horas para la puesta del sol.
Fatigado por la
batalla, con el tiempo en contra y la responsabilidad de evitar la catástrofe
en Atenas, Filípides corrió los 42 kilómetros que separan las llanuras de
Maratón sin parar, sin disminuir el paso, sin tomar un respiro.
Justo antes de que el
sol se ocultara en el horizonte, llegó a la ciudad de Atenas y gritó voz en
cuello : «Niké, Niké»,
que significa “ganamos” se derrumbó por el esfuerzo y murió extenuado.
Esta leyenda inspiró al Barón Pierre de Cubretin para incluir la carrera de Maratón en los
juegos olímpicos de 1896, que por cierto, ganó el velocista griego Espiridión
Louis.
Lo más destacado de las
olimpiadas de 1896 fue la prueba del maratón. Spiridon
Louis, un desconocido
acarreador de agua, ganó el evento para convertirse en el único campeón de
atletismo de Grecia y en un héroe nacional.
Cuando el rey de Grecia le concedió un deseo:
Spiridión Louis pidió que le regalaran un burro.
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