Cuando el Emperador preguntó burlonamente a Sun Tzú, si podría organizar un ejército, éste aceptó el reto.
Lo que no sabía era que en vez de soldados, el emperador le enviaría 180 prostitutas, incluyendo sus dos concubinas favoritas. Al ver a las alborotadas mujeres, Sun Tzú no se inmutó. Se acercó a ellas y les preguntó si sabían diferenciar la izquierda de la derecha, y las 180 concubinas del Emperador dijeron que si. Entonces Sun Tzú les dijo: "a mi voz girarán al flanco izquierdo o derecho, según les indique", pero cuando Sun Tzú dio la orden, las mujeres se echaron a reír. Sun Tzú pensó:"Si la orden no fue entendida, por que los soldados no saben como ejecutarla, la culpa es de quien dio la orden, es decir, la culpa es mía". Volvió a acercarse a las mujeres y les mostró cual era la mano izquierda y cual la derecha, pero al dar la orden de voltear al flanco,las mujeres volvieron a reír y retocaron sus peinados. Sun Tzu pensó: "Si la orden no es bien ejecutada por que no fue bien explicada, la culpa es de quien dio la orden, es decir, mía" y volvió a acercarse a las mujeres. Esta vez, Sun Tzu les explicó cual era la izquierda y cual la derecha, inclusive el mismo ejecutó los ejercicios para poner el ejemplo. Cuando dio la orden, las mujeres estallaron en carcajadas nuevamente. Entonces Sun Tzu pensó: "Si la orden fue bien dada y bien entendida, y aún así no se cumple, entonces la culpa es del soldado" avanzó con pie firme hacia las mujeres, desenvainó su afilada espada y decapitó a las dos concubinas favoritas del Emperador, acto seguido dio la orden de flanco izquierdo, y las 178 mujeres giraron en un movimiento perfectamente sincronizado. Sun Tzu se dirigió al Emperador que miraba horrorizado la espada sangrante del estratega: "Su Majestad, el ejército está listo" (El Arte de la Guerra)